LA RUTA A POTOSÍ, LA FIESTA CH´UTILLOS Y LAS MINAS DE PLATA.
- alaskatierrafuego
- 30 ago 2017
- 7 Min. de lectura
Dejamos Chachapolla, y nos dirigimos a Potosí, lo que serán unas dos jornadas de conducción, o eso esperamos.
Lo que más nos inquieta es el paso por La Paz, la capital administrativa, y efectivamente, a la llegada nos parece más bien el paso por un campo de batalla y sálvese quien pueda. Las zanjas junto a la carretera parecen trincheras, y el tráfico, no hay descripción para este caos donde nadie respeta nada, ni los peatones ni los conductores, aquí parece que los semáforos estén de adorno. Salir ileso de esta jungla parece misión imposible, aunque como dice el piloto del equipo, con paciencia todo se puede… y después de un par de horas, dejamos atrás la ciudad con el nombre menos apropiado que hemos conocido nunca.
Después de esta odisea el resto de la ruta nos parece fácil, la carretera está bastante bien y los bolivianos parece que tienen una conducción más tranquila fuera de la gran urbe y eso hace que a Jose se le resbale el pié en el acelerador.
- ¡¡Jose frenaaaaaa !!. Le digo cuando veo unas siluetas a lo lejos con unos banderines rojos, pero ya es demasiado tarde, cuando nos acercamos, los polis nos hacen el alto y con cara de circunstancia nos muestran una maquinita que dice que íbamos a 107 km/h y lo permitido es 80km/h. Lo que me mosquea, es que bajan a Jose del coche y le llevan detrás de la casa, después de un par de minutos, salgo a ver lo que pasa.
El tema es que nos quieren cobrar 200 bolivianos (25€) de multa, cierto es que hemos infringido la ley, pero lo peor es que quieren que volvamos al pueblo que ya pasamos hace casi una hora a hacer un ingreso, y la verdad es que vamos a gastar más en gasolina que lo que vale la multa, con lo que yo me pongo a llorarles y la respuesta de uno de los polis es…. – Yo les puedo hacer el favor de ingresarles el dinero y así se ahorran el viaje. A mí casi me da la risa, pero… ¿ se habrá pensado que somos tontos o qué?.
El caso es, que aunque la multa es merecida, tenemos que intentar bajar la cantidad como sea. Les decimos que vamos a ver cuánto dinero tenemos, porque acabamos de echar gasolina y no creemos que llevemos esa cantidad, así que Jose y yo, vamos hacia la cabina, cogemos la cartera y aunque llevamos más de doscientos, sacamos todo y dejamos 60 bolivianos. Nos acercamos a ellos, abrimos la cartera y les decimos que es lo único que tenemos y aceptan encantados. ¡pero que corruptos!, aunque a nosotros nos ha venido de perlas la verdad.
Una cosa curiosa en Bolivia son los controles de ruta, cada dos por tres, nos paran y nos sellan la hoja de entrada del vehículo al país, o los test de alcoholemia, echar el aliento, ¿para qué gastarse en una máquina?, aquí el que va pedo, no lo puede disimular. Y eso algo que no nos gusta y que ya nos hemos encontrado en la carretera alguno que otro haciendo esesssssss.
Flamencos, llamas, lagunas, poblados de adobe y un paisaje del oeste nos acompañan durante nuestra ruta hacía la ciudad de la Plata ¡ui !, olvidábamos las toneladas de basura, sí, por desgracia nada tiene que envidiarle Bolivia a su país vecino.
La otra diversión en la carretera, es negociar la gasolina. Bolivia tiene dos precios oficiales de venta, 3,74 B ( 0,46 €) para los bolivianos ya que está subvencionada por el gobierno y nada más y nada menos que 8,8 B ( 1,10 €) para los extranjeros, así que el juego es llegar a una gasolinera y una de dos, o te hacen un gesto curioso como que te dicen adiós, y eso significa que no te venden o que no tienen o bien entran al trapo y comienza la negociación, si la gasolina va directa al tanque lo mínimo que hemos conseguido que nos cobren es 6B (0,75 €) que no está mal y si llevamos una garrafa y pillas al gasolinero de buenas, conseguimos precio local. Así están las cosas en las carreteras bolivianas.
De camino paramos a hacer noche junto al lago Uru Uru, que por cierto está bastante seco pero parece el hábitat ideal para muchas aves que vienen en la temporada seca, así que aparcamos en todo el centro de este paraje y esperemos que no llueva….. en las montañas que nos rodean vemos unas curiosas construcciones que cuando nos acercamos a verlas, casi nos da algo cuando vemos unas calaveras dentro con ofrendas. Son Chullpas, unos mausoleos de la cultura Aimara con la puerta orientada hacia la salida del sol y que datan de los siglos XIII y XIV donde se colocaban a los muertos momificados en posición fetal.
O sea, que hemos colocado nuestro campamento en medio de un cementerio, la verdad que no me hace mucha gracia pero por otra parte ya es demasiado tarde para movernos y la puesta de sol en este lugar nos invita a quedarnos.
Por la mañana, emprendemos rumbo, la jornada básicamente la pasamos negociando gasolina y conduciendo, pero a unos diez kilómetros de Potosí, nos sorprende un tráfico infernal, cientos de personas y policías intentando controlar este caos.
¿Que pasa señor agente? – Si pase pase……..nos responde. Pues parece que no se ha enterado muy bien lo que le hemos preguntado, así que probamos con el siguiente y formulamos la pregunta de otra manera.
¿Que celebran señor agente? – La fiesta Ch´utillos, o de San Bartolomé….
Pues nada, ¡estamos de fiesta…!
Al llegar a Potosí, nos vamos directamente a la estación de autobuses que está a las afueras, con lo que evitamos entrar en la ciudad que según nos han dicho tiene una cuestas que meten miedo. Otros viajeros han podido quedarse a dormir en el parking junto a la estación, así que vamos a probar suerte, pero parece que esta no nos acompaña y el muchacho que vigila, nos dice que podemos dejar la casa pero no podemos quedarnos, por más que le rogamos, no hay manera, nos dice que son la reglas y ni con propina acepta, parece ser que han robado baterías, llantas y otros artículos y para evitar esto, no dejan que se quede nadie…. Vamos a ver, que no lo pillamos, si se queda gente roban cosas, y si no, no roban o sea que los ladrones son los propietarios de los vehículos que se quedan a pasar la noche, y nos responde afirmativamente.
Pues nada, vamos en busca de otro sitio, y elegimos una avenida justo detrás, pero el tránsito de autobuses no cesa en toda la noche….
Por la mañana, preguntamos a la gente por la fiesta, y nos dicen que vayamos para el centro que ya han empezado los desfiles.
A la llegada, vemos comparsas con trajes típicos, la mayoría son gentes de las aldeas que vienen a desfilar mientras se ponen tibios de alcohol y se hinchan a pisquear hoja de coca. Las danzas son espectaculares y tradicionales y finalmente acabamos bailando y bebiendo algo fermentado con ellos. Sin duda bonita causalidad que estemos aquí y podamos verlo.
Los conquistadores españoles, nunca encontraron “El dorado” la legendaria ciudad de oro , pero si encontraron un cerro, al que llamaron Cerro Rico porque estaba lleno de plata y a sus faldas fundaron la ciudad de Potosí.
Según cuenta la leyenda, en 1544, un pastor Inca buscando una de sus llamas perdidas en el cerro paró a encender un fuego para calentarse y a los pies de la montaña llamada en quechua “ Potojsi “ (Trueno en español), el fuego se expandió y de la montaña comenzó a brotar un líquido brillante, del que pronto se apropiaron los españoles. También cuenta la leyenda que Huayna Capac, el rey Inca recibió una voz de lo alto que le decía que nunca cavaran en esa montaña, que la riqueza que escondía estaba destinada para otros.
Y así, cuando los españoles descubrieron la enorme riqueza que escondía las entrañas de este cerro, miles de indígenas fueron forzados a trabajar como esclavos y miles de ellos dejaron allí su vida debido a las duras y peligrosas condiciones.
No se sabe con certeza, cuánta plata se ha extraído de Cerro Rico a lo largo de los siglos, aunque se alardeaba, que los españoles podrían haber construido un puente de plata hasta España y todavía quedaba para transportarla a través de él. Pero la monarquía española estaba hipotecada con las guerras en el viejo continente y muchos de los barcos cargados con el botín, eran asaltados por piratas, con lo que poco quedaba en España de este tesoro robado a sus propietarios
Hemos decidido aventurarnos y entrar a una de estas minas para conocer mejor la historia que encierran y de paso colaborar un poco con estas gentes.
A los pies de la mina, hacemos una parada en el barrio de los mineros donde en el mercado podemos comprar algunos obsequios como refrescos, hojas de coca, guantes y hasta dinamita para llevar a los trabajadores donde algunos artículos como los fetos de llama nos llaman la atención, son muy utilizados en Bolivia para rituales y también para poner en los cimientos de las casas como ofrenda a la Pachamama para que no le pase nada a esa vivienda.
La visita no resulta nada agradable, el recorrido de más de cuatro kilómetros a 4250m dentro de la montaña en estos túneles oscuros, con barro, agua, gases y teniéndolos que recorrer casi agachados para no partirnos la cabeza o las tiradas de escaleras verticales para pasar a otros niveles que parece que no vayan a aguantar el peso y en la que casi me quedo atascada por el vértigo, y sin contar que esto se puede desplomar encima de nuestras cabezas…. Aunque las historias que nos cuentan y la visita al Tio Benito o Supay, el protector de la mina junto al ritual que hacemos, no ha tenido desperdicio.
En fin, una de las visitas que nunca volveríamos a hacer pero que nos hace ver las duras condiciones de estos trabajadores que poco han cambiado desde la época colonial, donde a partir de los 12 años, los muchachos se ven forzados a trabajar, y ese es al caso de Efrain nuestro guía que ha podido dejar la mina y ahora puede mostrar la realidad de este gremio, donde la hoja de coca es el aliado dentro de la mina.
Sin duda, como dice Eduardo Galeano, en su libro “Las venas abiertas de Latinoamérica” La riqueza de un país, lo convertía en su mayor desgracia, y Bolivia tenía demasiada.
Después de esta visita que no podemos decir que ha sido agradable pero si para no olvidar, comenzamos una sesión de talleres, la casa está en venta y los potenciales compradores (alemanes) quieren una inspección del vehículo y que les mandemos el informe de un taller oficial, esto no es tarea fácil en Bolivia y menos en Potosí, donde la mayoría de los talleres se pueden describir como “ El mecánico y cuatro herramientas en un descampado” y eso sí mucha voluntad pero sin ordenador, que es lo que necesitamos.
Finalmente encontramos uno, que después de reforzarnos las suspensiones para la fase final del viaje y hacer una revisión completa, ¡todo está en orden!
Ya con el informe en el bolsillo, vamos a adentrarnos en los territorios del sur de Bolivia.
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