LA RUTA DE LOS VOLCANES Y DE LOS PUEBLOS ANDINOS
- alaskatierrafuego
- 13 jun 2017
- 8 Min. de lectura
Ecuador tiene más de quince volcanes, entre ellos el más emblemático es el Cotopaxi, uno de los volcanes activos más altos del mundo, en las tierras del Páramo se levanta imponente a 5900 m de altura.
Nuestra idea es entrar en el parque, pasar la noche y al día siguiente hacer una caminata que nos conduce al refugio que se encuentra a 4800 m.
El día se despierta soleado, manadas de caballos salvajes galopan a los pies de la gran montaña, aunque conforme nos acercamos la cumbre está cubierta, y conforme ascendemos, el viento y la lluvia junto con la falta de oxígeno hacen un tanto dura la caminata, pero un buen chocolate caliente en el refugio nos hace reponer las fuerzas.
A la bajada y por suerte las nubes nos dan un poco de tregua y tenemos la oportunidad de ver este bonito pico nevado.
Este magnífico lugar nos captura durante unos días, así que aprovechamos para pasear alrededor de la laguna de Limpiopungo a las faldas del volcán, y avistar las aves que aquí habitan, entre ellas el cóndor, ¡impresionante !.
Después de tres días aunque un poco congelados pero disfrutando de un paisaje increíble, decidimos poner marcha en busca de una lavandería, pero en el parking de la entrada, conocemos a unos viajeros Argentinos, Beto y Pilar que viajan en una combi por Sudamérica contando historias, cuando queremos darnos cuenta se nos hace de noche, con lo que hay que posponer la colada. Al día siguiente, encontramos un lugar no muy lejos pero nos lleva casi todo el día poner nuestra ropa a punto, con lo que decidimos volver a dormir al parking, seguir de cháchara con nuestros amigos de sueño rutero y probar su " Chata", como ellos le llaman a su combi.
Después de seis días en tierras volcánicas, descendemos camino a la laguna de Quilotoa, por el camino paramos en Saquisili a comprar algunos víveres y nos comentan que al día siguiente es día de mercado así que decidimos quedarnos a dormir en una plaza. A eso de las cuatro de la mañana comenzamos a oír ruido de gentes y coches, parece que algo se está cociendo en la plaza pero no somos capaces ni de asomarnos por la ventana, aunque a las seis, el bullicio nos despierta y nos ponemos en pié, estamos encajonados en medio del mercado, jajajaj no podemos creer todo el tinglaó que hay a nuestro alrededor.
A un par de kilómetros, encontramos el mercado de animales, donde los locales hacen sus tratos, una experiencia muy divertida, y a Jose que le encanta este gremio, enseguida entabla conversación con los vendedores que al final quieren encasquetarnos alguno de estos cerdos de 200 kg o una llama, jajajaja ¿ Y donde la metemos ?, les decimos que somos viajeros y aunque aquí son bastante indígenas, las gentes son cercanas y simpáticas.
Lo que nos parece gracioso es el traje tradicional de las mujeres de este pueblo, un sombrero tipo tirolés, una faldita de terciopelo y mantón bastante elegante, la verdad que no parece muy adecuado para la ocasión pero sin duda da un toque de color y estilo a este mercado donde los cerdos, las llamas, los toros y otros muchos animales, son los protagonistas de una escena típica de este poblado.
Después de ver este espectáculo, y recargar la nevera en el mercadillo, nos dirigimos a la laguna de Quilotoa también situada en medio del páramo Andino, por el camino pasamos por otros pueblecitos donde las mujeres llevan la misma indumentaria hasta llegar al pueblo Quilotoa, una población de unas doscientas personas, los indígenas del pueblo se ocupan de la gestión y parece ser que en cuestión de unos años, han llenado este idílico lugar de restaurantes y hostales, la verdad que nos llevamos una decepción cuando llegamos y sobre todo porque está tan nublado que ni siquiera podemos ver la laguna, pero lo que si vemos es la camioneta de nuestro amigos de "sueño rutero" así que les invitamos a tomar un café y finalmente acabamos cocinando una tortilla de patatas que nos sabe a gloria a todos, especialmente a ellos que no tienen muchos medios para cocinar, pasamos las tarde y la noche, contando historias en nuestra casita mientras fuera está cayendo un aguacero de narices.
La mañana siguiente se levanta con un sol resplandeciente, así que sin perder un minuto nos ponemos rumbo al mirador desde donde divisamos el espectáculo del lugar, una preciosa laguna de aguas color turquesa que nos deja perplejos.
Nuestra intención es recorrerla por la cresta de las montañas que la rodean, en principio en unas seis o siete horas se pueden recorrer los 14 kilómetros y el día parece que nos acompaña. El reflejo del cielo en el agua turquesa y las magníficas vistas son un auténtico espectáculo.
Después de cuatro horas de ruta, el camino comienza a ponerse duro y yo comienzo a sentir vértigo porque lo acantilados meten miedo y para colmo se avecina tormenta, los rayos y los truenos a lo lejos nos avisan.
No sabemos que hacer, nos queda aproximadamente un tercio del recorrido, así que decidimos avanzar, pero conforme avanzamos, el camino comienza a atragantárseme y me quedo estancada, así que no hay otra que volver…
Minutos más tarde tenemos la tormenta encima, no sólo un aguacero tremendo sino granizo, intentamos refugiarnos en unos árboles que por un ratito nos sirven de cobijo, pero tenemos que seguir avanzando, recordamos que vimos un refugio, pero desde donde estamos no conseguimos verlo, decidimos seguir avanzando y después de un par de horas, lo vemos.
- Allí está, esperemos que esté abierto porque vamos como sopas….
Por suerte, un chico nos oye y nos abre la puerta, es Luis un indígena que vende bebidas a los visitantes, está con otro chico del pueblo que también se llama Luis tomando unas cervezas, así que nos unimos. Al vernos empapados, nos encienden un fuego para secarnos, la lluvia afuera no cesa pero por lo menos estamos calentitos, poco después llega una chica totalmente empapada, es Sherry una australiana mochilera que se une al grupo y que por cierto parece que le han dado cuerda …. porque no para de hablar, los chicos nos miran y se ríen al vernos hablar en inglés …….
Casi dos horas pasamos en el refugio hasta que la lluvia amaina y conseguimos secarnos, la verdad que hemos tenido mucha suerte de encontrar a los Luises.
Y después de 9 horas de aventura Quilotoa nos vamos directos a la cama porque estamos rendidos.
De vuelta pasamos por Zumbahua otro pueblo andino donde también parece que hay mercado, no es que necesitemos mucho, pero estos mercadillos nos parecen super entretenidos, ver a los hombres con su máquina de coser haciendo arreglos o a las muchachas con sus trajes tiroleses arrastrando ovejas y siempre conseguimos alguna ganga.
De aquí no sabemos muy bien para dónde ir, pero una postal que hemos visto del volcán Chimborazo, nos deja las ideas claras.
Así que tomamos rumbo sur dirección al pico más alto de Ecuador con 6310 m, la ruta es puro páramo, a lo lejos vemos lo que parece la cumbre de este gigante cubierta por las nubes y a sus faldas, unas llamas y una especie de cervatillos que nos hacen detenernos, luego preguntamos y nos dicen que son vicuñas, de la familia de las llamas, son un auténtico espectáculo, sobre todo cuando te miran, parece que hasta posen para las fotos.
Conforme vamos ascendiendo, la pista se vuelve un poco resbaladiza por el hielo y llega un momento en que está todo nevado, así que no podemos evitar bajarnos y empezar a lanzarnos bolas de nieve, hasta nos parece mentira que estando en el Ecuador, sin duda este el país de las cuatro estaciones en un día si se conduce desde la costa hasta esta montaña se pueden tomar no más de seis horas.
Desde el parking, se puede hacer un ascenso hasta alcanzar los 5100 m, así que nos ponemos en marcha porque con la falta de aire no es tarea fácil, llegamos rendidos, pero estamos es el lugar más alto que nunca habíamos estado y con unas vistas increíbles, a la bajada, nos encontramos a unos montañeros españoles con los que nos liamos a hablar y no hay manera de seguir además de bloquear el camino, pero la verdad que durante nuestro viaje no hemos encontrado a muchos y siempre da gusto compartir experiencias con paisanos.
A la bajada, nuestra camioneta, está rodeada de gente casi como de costumbre en Ecuador, y no es que no nos guste, pero estamos muertos de hambre y la verdad que no tenemos muchas ganas de responder al interrogatorio, así que intentamos escaquearnos y aparcamos un poco alejados para comer tranquilos
Justo con el último bocado en la boca, llaman a la puerta, son una familia ecuatoriana que sin reparo alguno comienzan a grabarnos, hacernos fotos entran en la casa, graban todo ( hasta el retrete), y nos bombardean a preguntas…. ¡Pero esto ya pasa de castaño oscuro!, la verdad que desde que entramos en Colombia, nos hemos ido acostumbrando, pero los interrogatorios en Ecuador van más allá de los límites de la indiscreción, ya no sólo preguntarnos cuánto cuesta el coche, sino cuanto nos estamos gastando en el viaje, como hemos conseguido el dinero, si estamos casados, y la pregunta del millón si tenemos niños y como les decimos que no, viene la más indiscreta de todas ¿Por que no tienen niños? ….. Después de día tras día ya nos está cansando un poco la verdad.
Decidimos pasar la noche en este magnífico lugar que cuando se va el último visitante, es para nosotros solos, pero la altura y el frío comienza a afectarnos más de lo que pensábamos con lo que los paseos al baño, son frecuentes y la cabeza parece que nos va a explotar, a pesar de que la noche ha sido movidita, a la mañana siguiente, los rayos del sol iluminando esta maravillosa cumbre nos hacen olvidar todos los males.
Después de más de un año viviendo en la carretera y lejos de nuestra patria, hay ciertos productos que se echan de menos como una buena tripa de salchichón o un buen queso, así que con la única motivación de conseguir estos productos artesanos, nos dirigimos a Salinas, esto nos cuesta unos 120 kilómetros ida y vuelta pero por un buen salchichón vale la pena.
Salinas es un pueblecito de montaña de unos 1000 habitantes. Las gentes de este pueblo, eran en su mayoría campesinos y trabajaban en unas salinas propiedad de una familia adinerada que los tenían explotados, pero la llegada de Antonio Polo, un misionero italiano, cambió el rumbo de esta población rural, él les enseñó a hacer queso y embutidos y crearon una cooperativa que ha ido creciendo con el tiempo y donde las gentes pueden tener trabajos dignos y producir para las comunidades vecinas.
Para visitar las fábricas del pueblo y conocer un poco más de la historia, vamos a la oficina de turismo que nos dice que una visita guiada son quince dólares por los dos, y que el dinero va para la comunidad, así que aunque se nos sale un poco de presupuesto aceptamos, pero nos dicen que al ser lunes, los guías no están disponibles y que van a intentar buscar a uno, y en cuestión de minutos, pasa un muchacho por la plaza y lo llama, parece que este muchacho va a ser nuestro guía.
Mientras nos cuenta la historia…. Vemos que nos coincide con el folleto que nos han dado, La fecha en la que llegó el misionero, nos dice que llegó hace setenta años, pero en realidad fue en los años setenta, que los habitantes de Salinas son 10.000 cuando son 1000 y lo que más gracia nos hace es que dice que las aquí se pueden llegar a alcanzar temperaturas muy frías de 20 C que son muy nocivas para las vacas.
En fin, no es muy bueno con las cifras este muchacho y para colmo la mitad de las fabricas donde nos lleva están cerradas, pero decidimos tomárnoslo a risa sobre todo cuando nos dice que está estudiando Economía .... finalmente acabamos en la tienda de la comunidad donde nos abastecemos de jamón, salchichón y un queso que bien han merecido la pena el viaje.
Nosotros nos instalamos en un terreno junto a la fábrica de queso y por la mañana el bullicio de los vecinos que vienen a traer la leche recién ordeñada nos despiertan… es hora de emprender camino hacia nuestro siguiente destino.
Dejamos estas tierras Andinas del Páramo habiendo visto a nuestro primer cóndor, nuestra primera llama, subido hasta 5000m y con una buena tripa de salchichón…. Vamos, que nos han tenido desperdicio.
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