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DEL DESIERTO DE TATACOA A LA CORDILLERA ANDINA

  • alaskatierrafuego
  • 12 may 2017
  • 10 Min. de lectura

Dejamos Bogotá y como siempre cuando visitamos una gran ciudad un poco agotados y yo un poco afectada con la historia policiaca, aunque contentos por haber hecho nuevos amigos.

Dejar la ciudad nos lleva casi dos horas de camino, el paisaje andino se va transformando en llanura y la temperatura primaveral en veraniega, aunque por suerte, moderada. Después de cinco horas de conducción tomamos un camino que nos indican unos vecinos de la zona con destino al desierto de Tatacoa, cruzamos el río Magdalena y ambos lados de la ruta, campos de arroz y campesinos trabajando las tierras, el verde intenso de los campos con el azul del cielo nos ofrecen un verdadero espectáculo cromático, el atardecer nos ofrece también unas preciosas siluetas de las montañas que rodean estas tierras que conforme avanzamos se van volviendo áridas e infértiles.


Haciendo fotos, nos cae la noche encima y hay que buscar un sitio donde quedarnos, como el camino es bastante abrupto, no queremos avanzar mucho más, aparcamos en un ancho y sacamos nuestros bártulos, una mirada hacia arriba nos deja absortos en un cielo estrellado como hacía tiempo que no veíamos, y de repente una bola de luz con ráfagas rojas y verdes hipnotiza nuestra mirada, parece una estrella fugaz, pero tan cerca, que casi podríamos tocarla….. ¡Momentos mágicos del desierto!


Aunque estos momento de magia se transforman en una feroz tormenta que descarga del cielo sin tregua alguna y que estremece estas tierras desérticas, desde la ventana de nuestra casa podemos ver la silueta de los cactus y de unas curiosas formaciones con el destello de los relámpagos que en la oscuridad no habíamos podido ver, junto con los rayos parece que van a quebrar el terreno, francamente un espectáculo imponente, aunque después de unas horas, con la casa medio inundada de nuevo y sin pegar ojo, ya no es tan divertido.

A pesar de no haber descansado mucho, por la mañana nos levantamos entusiasmados para explorar este lugar, cuando ponemos los pies en el suelo, comienzan a hundirse poco a poco…. - ¡Uhiiii! ya veremos si podemos salir con el coche sin problema. Y así es, pero no por mucho tiempo, en cuestión de minutos, pasamos por un tramo del camino completamente enlodado y el coche comienza a patinar, Jose no puede controlarlo…


y acabamos en una zanja estancados, pero con la ayuda de unos cuantos colombianos, unos cuantos alemanes, unas cuantas instrucciones y unos buenos empujones, conseguimos sacarla, aunque no nos atrevemos a seguir conduciendo, así que la dejamos en la orilla del camino y decidimos explorar a pié.

Justo al lado del camino un enorme acantilado nos ofrece las magníficas vistas de unas formaciones esculpidas por la erosión de la lluvia adornadas de enormes cactus y rodeadas de montañas. Después de unas horas explorando este laberinto de formaciones espectaculares y con un sol implacable decidimos seguir ruta con el coche, el terreno parece estar algo más firme y Jose ha recibido buenas instrucciones de cómo lidiar con el fango.


Por el camino vemos a una chica con la que nos cruzamos en el laberinto y le preguntamos si necesita transporte, es Angela, una sueca que lleva diecisiete meses en ruta mochileando por el mundo, y si, decide unirse a nosotros. Por suerte a unos kilómetros vemos un cartel de ¡PISCINA!!!!, no lo pensamos y ahí pasamos el resto del día en este oasis rodeado de un paisaje donde a uno no le importaría perderse, y eso es lo que haremos el resto de los días en Tatacoa, perdernos entre estas increíbles formaciones y disfrutar de una naturaleza tan especial y del silencio y la magia de estas tierras.


Dejamos el desierto para introducirnos de lleno en la cordillera andina, los paisajes anaranjados se convierten en verde intenso, las formaciones se transforman en enormes cañones donde brotan cascadas que se deslizan fundiéndose en las aguas del río Magdalena, que nos ha ido acompañando en nuestro recorrido por Colombia.

Divisar lo que llaman el estrecho de este río junto a su nacimiento, no es tarea fácil, pero los locales insisten en que es muy bonito, con la lluvia y los caminos sin pavimentar, sobre todo si uno se cruza con una chiva como les llaman a los autobuses todo terreno colombianos que ocupan todo el camino, hay que apartarse y darle paso, si se puede claro.


Después de un día de paisajes andinos y de ver la fuerza del rio Magdalena, comienza a caer la noche y hay que buscar un sitio para dormir en los alrededores, porque no nos da tiempo a regresar a San Agustín, donde habíamos previsto pasar la noche. Intentamos buscar un ancho en esta angosta ruta y al paso por la aldea La Aguada, junto al colegio vemos uno, una señora está en una de las aulas preparando un altar con la Virgen y le preguntamos si nos podemos quedar ahí, y nos dice que claro, además, nos invita a su casa a tomar un tinto. Mientras conversamos con ella de la vida, contemplamos las maravillosas vistas al atardecer desde el porche de su casita de adobe y bambú, y con el aroma a café y a las flores de su jardín, la noche comienza a caer. Poco después llegan un par de vecinas para hacer juntas la oración a la Virgen.


Por la mañana, el alboroto de los pocos niños que llegan a la escuela nos despierta, hasta que llega la maestra y obedientes entran a su aula, nosotros un tanto perezosos, nos ponemos en ruta para adentrarnos en las zonas arqueológicas de estas tierras altas andinas.

Hace cinco mil años dos culturas indígenas vivían en los valles del río Magdalena y el Cauca, aislados por las altas montañas, los ríos eran sus vías de comunicación y comercio que convergían en una zona donde se levantó el pueblo de San Agustín, en estas tierras, estas civilizaciones trabajaban, comerciaban y enterraban a sus difuntos.

En los alrededores de San Agustín situadas en las verdes colinas andinas se han encontrado más de 500 misteriosas estatuas esculpidas en piedra volcánica y tumbas relacionadas con estas civilizaciones de las que se desconoce mucho…. Aunque estudiando y contemplando estas figuras antropomorfas, de animales sagrados , de seres con facciones reales o enmascarados, se deducen hipótesis de sus culturas, de sus rituales e incluso de la posibilidad de sacrificios humanos…..

Un lugar para dar rienda suelta a la imaginación y contemplar una naturaleza espectacular.


Después de cuatro días explorando estas tierras, es hora de cambiar de destino, y aquí surge el dilema, tenemos dos opciones :

Opción A: Tomar dirección a Mocoa que a mí me encantaría explorar, pero es el lugar donde se produjeron las inundaciones hace unas semanas y no sabemos muy bien lo que nos vamos a encontrar, y luego tomar el camino llamado el “Trampolín de la muerte” en dirección a Pasto, una ruta de unas seis horas que el nombre lo dice todo.

Opción B: Tomar dirección Popayán atravesando el parque Nacional de Puracé, una ruta donde se han reportado algunos robos pero donde tendríamos la posibilidad de observar el cóndor andino y luego sumergirnos en unas termales que hay por el camino y finalmente visitar Popayán, una ciudad colonial de la que nos han hablado bastante bien.

Finalmente, escogemos la opción B que parece ser la menos peligrosa y la que más atractivos ofrece.

Esta ruta de 80 km, más de 6 horas de pista solitaria con enormes agujeros en el camino y vegetación que parece atraparnos, es una ruta dura pero como recompensa tenemos el paisaje que nos acompaña y que cambia de bosque nuboso a páramo colombiano por encima de 3000 m y que luego nos conduce por un paisaje de montaña precioso.


Nuestra intención es visitar el parque de Puracé, único sitio del país donde se puede avistar el cóndor, una de las motivaciones de escoger esta ruta, esta reserva ha sido tomada por los indígenas después de una disputa con el gobierno y este sitio no está muy promocionado, además, al paso no vemos ninguna entrada al parque, después de horas y horas de conducción llegamos a una pequeña aldea donde preguntamos a una señora por el parque y nos dice que la entrada está en otra carretera a aproximadamente 40 kilómetros…. Eso significa 3 horas más de conducción y medio depósito…. Sinceramente estamos agotados y está empezando a oscurecer así que decidimos llegar hasta Coconuco, una población a unos pocos kilómetros donde hay unas termales que nos vendrán bien para descansar después del largo día.

A la entrada de los termales, hay un grupo de indígenas bloqueándola, nos acercamos a preguntarles y nos dicen que están cerradas por un problema….

- ¿ Un problema? – ¿pero estarán abiertas mañana? Les preguntamos - ¿ Pero es un problema con el agua? Añadimos… - No, nos responden, - Es otro tipo de problema y hasta que no se solucione, permanecerán cerradas.

Parece ser que los conflictos entre indígenas y el hombre blanco todavía no han cesado en estas tierras andinas.

Así que nos quedamos sin cóndor, sin reserva y sin termales….

Y nos dirigimos a Popayán, una población donde poder hacer la colada que es urgente, revisar el convertidor de la batería que nos está dando problemas y poner al día el blog.

Cuando llegamos nos encontramos con una ciudad caótica, ruidosa y con un tráfico horroroso, después de más de diez días en plena naturaleza, nos causa un shock, sobre todo porque esperábamos encontrarnos un pueblito colonial y tranquilo como los que habíamos visitado en otras zonas de Colombia. Como no sabemos muy bien donde quedarnos, vamos a la comisaría de policía y aparcamos justo en una calle visible, cuando le contamos al poli nuestro plan de dormir en el vehículo, no le vemos muy convencido y le preguntamos si la zona es segura, a lo que nos responde que no demasiado… en cualquier caso, no tenemos una opción mejor y decidimos quedarnos. Dando una vuelta, nos encontramos con Julia, una mujer bastante bajita con una indumentaria muy particular, una falda negra con adornos rosas, una capa azul de lana y un bombín, es la indumentaria de los indígenas guámbianos que habitan las montañas de los alrededores de Silvia, una población cercana de donde viene esta señora que ha estado vendiendo cebollas en el mercado y nos pide si podemos acompañarla a coger el autobús, al pasar por las calles entendemos porqué quería que la acompañáramos, están llenas de jonkies, y prostitutas, y es justo a la vuelta nuestra casa……Julia nos agradece muchísimo nuestra compañía y nos dice que vayamos el martes a Silvia que hay mercado y muy buen ambiente…. Pues allí estaremos.

Finalmente encontramos los encantos de esta población, sus calles con casas blancas y sus magníficas iglesias y parques que se encuentran al interior del caos que ofrece a primera vista Popayán.


El lunes por la tarde, ponemos rumbo a Silvia, un idílico pueblo de montaña donde ponemos nuestro campamento.

Bien temprano por la mañana, los Guambianos llegan desde las aldeas vecinas en unos autobuses bien coloridos que se llaman Chivas, y se congregan en la plaza y en el mercado llenándolo de color donde venden sus productos. Los hombres llevan una falda azul, un poncho gris con adornos en rosa, una bufanda en tonos marrones y un bombín, las mujeres también con su indumentaria y adornadas con bonitos collares blancos, son uno de los pueblos indígenas más tradicionales de Colombia, tienen su propio idioma y conservan sus tradiciones ancestrales.

En la plaza hay varias mujeres sentadas y mientras conversan entre ellas, vemos que llevan algo en la manos, así que nos acercamos a preguntarles, les da la risa, porque probablemente no están acostumbradas a hablar con extranjeros, pero Ana Patricia, la más lanzada nos dice que están tejiendo sus faldas, y que les puede llevar hasta cuatro semanas, entablamos un poco de conversación, pero estalla una tormenta que nos hace a todos salir corriendo en busca de refugio.

Nosotros aprovechamos para hacer la compra en este entretenido y pintoresco mercado donde antes de irnos nos ponemos las botas por un par de dólares.


Seguimos teniendo problemas con la dirección del coche y aunque queremos cruzar la frontera en un par de días, nos han recomendado de hacer un chequeo en Colombia porque Ecuador es mucho más caro, así que nos dirigimos a Pasto, ciudad fronteriza sin atractivo alguno y llena de talleres de todo tipo, llantas, hidráulicos, baterías, eléctricos ….. Parece ser que gran parte de la población Ecuatoriana cruza la frontera en busca de mejores precios para la reparación de su coche.

Además de la dirección que nos llevará un par de días decidimos cambiar las ruedas porque las traseras van bastante destrozadas y mejores precios que los de aquí no vamos a encontrar así que decidimos rascarnos el bolsillo, porque queda mucho trayecto y de montaña

Los lugares donde pernoctar aquí son escasos, en los parqueos, no nos dejan quedarnos a dormir y parece ser que en la calle está prohibido… así que damos varias vueltas al poblado hasta que finalmente en uno de los parqueos, insistimos y el señor nos deja quedarnos por un par de Euros, eso sí, el sitio es lo peor que hemos visto hasta ahora, sucio, ruidoso, lleno de camioneros que meten miedo y nos colocan entre dos camiones cargados de cebollas con lo que tenemos un aroma de lo más agradable!!!, sin duda este sitio entra el primero en el ranking de los más horrorosos, pero no hay otra opción.

La noche siguiente, decidimos pasarla junto al taller y a las dos de la mañana un golpetazo en la puerta nos despierta, tal y como nos habían dicho, es la policía, pero no vienen a echarnos sino a comprobar que estamos bien, una hora después, vuelven a despertarnos, otro policía….. - …. ¡Señores agentes no es lógico preguntar a las dos o las tres de la mañana con un golpetazo en la puerta si estamos bien, porque nos pegan un susto de narices!


Después de tres días de talleres y mal dormir, no queremos despedir Colombia así, con lo que antes de cruzar decidimos desviarnos unos kilómetros para visitar un lugar bastante mágico, La Laguna verde, un lago volcánico situado a 4000 m en el páramo. La tarea de llegar a este remoto lugar no es fácil debido a la altitud, y sin garantía de que podamos verlo por la climatología.

Después de unas horas de caminata en la que nos falta el aire, con niebla y lluvia oímos a lo lejos unos gritos que parecen no ser humanos…. Entre la niebla vemos las siluetas de unos hombres que arrastran un carro al acercarse vemos que llevan unos cerdos que no paran de gritar, llevan más de seis horas de camino y todavía les quedan tres para llegar a su destino y nosotros vamos ya reventados … Jose se entretiene con ellos pero los gritos de los animales, les hacen retomar la marcha.


Conforme avanzamos el camino se vuelve más abrupto y lleno de lodo pero sentimos que ya estamos cerca.

La niebla del lugar parece que nos hace desaparecer y de repente empieza a despejarse mostrándose delante de nuestros ojos las aguas color esmeralda de esta increíble laguna rodeada de un imponente paisaje.


Así nos despedimos de Colombia en otro de los maravillosos rincones que esconde este país y que no dejan de sorprender al visitante.



 
 
 

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