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MACONDO Y CIEN AÑOS DE SOLEDAD, MOMPOX Y SU SEMANA SANTA.

  • alaskatierrafuego
  • 9 abr 2017
  • 5 Min. de lectura

“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de 20 casas de barro y caña brava, construidas a la orilla del río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huesos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo “ – Cien años de Soledad - Gabriel García Marquez


Con más de 40ºC y sudando como pollos nos sumergimos en el mundo García Márquez, en Aracataca, su pueblo natal, donde su casa nos hace viajar a Macondo, y nos transporta a la de la familia Buendía.

Los objetos, las estancias y las historias de su familia nos hacen un recorrido por su novela “Cien años de Soledad” y no sólo eso sino un paseo por la historia de Colombia y su realismo mágico.


Está oscureciendo y decidimos hacer noche en Bosconia, otro pueblo perdido de la mano de Dios, el único sitio que encontramos es un parking de mulas, cómo le llaman aquí a los camiones así que entre unas cuantas pasamos la noche bien cociditos.

Por la mañana hemos quedado con unos muchachos que trabajan en un taller de refrigeración de coches, pero que además trabajan la chapa, chapuzas y como dicen ellos lo que salga, a ver si le ponen solución al problema que tenemos con el aparato de aire, que la carcasa quedó destrozado con unos cocos y un árbol lo desprendió de su sitio con lo que durante la última tormenta, se nos inundó la casa.

Antes de dejar el parking, voy a hacer una foto del campamento pero no encuentro la cámara, buscamos y rebuscamos pero no aparece, entonces recordando lo que hicimos ayer: “ después de dejar Aracataca, paramos en una gasolinera, el calor era tan insoportable que me estaba asando dentro del coche, y por algún motivo, estaban tardando más de la cuenta, así que decido salir, un par de chicos tiene una discusión con el gasolinero por el coste y no se aclaran y otro de los dependientes, se nos acerca y nos da conversación, finalmente, nos llenan el tanque y tomamos ruta “

Un momento de debilidad, de descuido y pafffff, bofetada, y esta ha sido gorda, mi fiel compañera de viaje…… Alguien abrió la puerta por el otro lado, la cogió y ni nos dimos cuenta.


Con un buen disgusto, vamos al taller donde tres muchachos de ponen manos a la obra, lo que dicen que iba a ser una hora, finalmente se convierte en cuatro, alrededor de este taller todo un mundo delante de mis ojos….. el hombre que repara ventiladores voceando, las señoras vendiendo jugos, las risas de los niños que van a la escuela, las bicitaxis llenas de señoras de allá para acá, el vendedor de gafas de sol, el de bolsitas de agua y otros tantos sacándose la jornada, el olor de las empanadillas y de las brasas y de fondo, decenas de mulas que acentúan el escándalo callejero de un día cualquiera en Bosconia, Colombia.


Ya con la casa reparada para evitar inundaciones, porque el aire acondicionado lo utilizamos veces contadas, nos dirigimos a Mompox, queremos vivir una Semana Santa, como Tobarreños que somos que nos deje un sabor de tradiciones y parece ser que este pueblo tiene bastante que ofrecer.

Mompox es un pueblo colonial totalmente sumido en el pasado, a orillas del río Magdalena al contrario que los pueblos y ciudades coloniales que habíamos visitado hasta ahora, y donde el exceso de turismo, despoja estas joyas del pasado de su encanto, Mompox ha sido capaz de conservarlo posiblemente por su situación remota.

Fundada en 1540 por Alonso de Heredia, hermano del fundador de Cartagena, Mompox fue un importante centro de comercio y famoso por su joyería de oro. Cuando el río dejó de ser navegable, este pueblo de casonas blancas y de iglesias coloridas, quedó en el olvido y sinceramente uno siente que es el único forastero en el poblado, aunque con nuestra casa rodando por estas calles coloniales no me extraña.


Estamos intentando buscar un sitio donde montar el campamento para estos días y justo en una calle donde aparcamos nos encontramos con Jairo, un chico local muy simpático descendiente de comerciantes turcos que venían por estas tierras en su época de esplendor. Nos pone al corriente de las procesiones y de la historia del pueblo.

Seguimos buscando campamento y entonces nos topamos con Brainer, un mototaxista que nos ayuda a buscar un sitio donde podamos quedarnos seguros y con sombra, Brainer es un chico resuelto que habla muy al estilo costeño y con expresiones muy divertidas, con el que no echamos unas risas, mientras nos instalamos nos cuenta su vida, él es original de la Guagira pero criado en este pueblo por sus abuelos, de sus padres, sabe poco.

Después del día de calor, el shock de la cámara y una cuantas horas de conducción hemos caído en la sillas y no hay manera de levantarse, pero Brainer nos anima para que vayamos a ver la procesión de a la medianoche.

Finalmente viene a recogernos con la moto y nos acerca al centro, por lo que esperamos que nos cobre unos tres o cuatro dólares.

El paso que se llama el Cristo robado, es un paso muy parecido a nuestro “paso gordo”, lo sacan de la Iglesia de San Francisco, y ahí justo hay unos costaleros, esperando para robarlo y salir corriendo hasta una de las calles principales donde los vecinos han pasado la tarde haciendo alfombras de serrín colorido y por donde comenzará la procesión, el relevo de nazarenos, vestidos con túnicas violeta y capuces en la cabeza adornadas con unos borlones blancos, la verdad que con la que está cayendo, no sé cómo son capaces de llevar al santo.


Entre parada y parada de la procesión, Brainer nos organiza por su cuenta un tour al pueblo y la verdad que nos lo pasamos bien, lo que no esperamos es que al final nos cobre 15 Eur. Me parece que tenemos que espabilar.

A las dos de la mañana, caemos rendidos y a las siete en punto la música del chiringuito junto al que nos hemos colocado y un calor sofocante nos despierta, el calor es insoportable pero decidimos salir a pasear y conocer el pueblo, hay bastante revuelo en las calles con los preparativos de la Semana Santa, en la Iglesias, están poniendo flores y preparando los tronos y los puestos de comida instalándose para la gran semana de este pueblo.

Por la tarde nos sentamos en nuestra terraza con una familia de Iguanas como vecinos viendo pasar las carretas arrastradas por mulas, los muchachos en bicicletas que parecen del siglo pasado y los vendedores ambulantes….anclado en el pasado y sumidos en otra época, volvemos a sentir que estamos en Macondo.


Después de tres días soportando calores, picazos de mosquitos y vallenato, justo después de la procesión de Domingo de Ramos, decidimos dejar Mompox a pesar de que todo el mundo nos dice que esperemos a ver las procesiones de Jueves Santo y Viernes Santo, pero la climatología nos supera, así que vamos en busca de tierras más frescas.



 
 
 

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