EL CARIBE COLOMBIANO- VOLCANES DE LODO, CIUDADES COLONIALES Y PLAYAS REMOTAS.
- alaskatierrafuego
- 5 abr 2017
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Ya más tranquilos, con nuestra casa sana y salva podemos retomar nuestra vida, pero antes de iniciar la ruta de nuevo, queremos explorar Cartagena de Indias, sin duda la joya colonial del Caribe.
Fundada por Pedro de Heredia en 1533, pronto se convirtió en la ciudad portuaria más importante de la Corona Española en América del sur, aunque continuos ataques de piratas obligaron a amurallarla y construir varios fuertes, que junto con el conjunto arquitectónico colonial, conceden a esta ciudad un magnífico casco antiguo, donde la mujeres caribeñas con sus coloridos vestidos vendiendo frutas, sus carruajes y sus calles empedradas, transportan a uno a una época pasada.
Sólo a un par de calles el ambiente colonial se convierte en bohemio en el barrio Getsemaní, donde el arte inunda la calles con sus murales y pinturas.
Al otro lado de la ciudad, enormes moles de hormigón se levantan junto al mar y donde las clases más acomodadas tiene su apartamento.
Nosotros nos hemos instalado en esta zona de la ciudad junto a un hotel de lujo y una playita donde poder refrescarnos.
Mientras estamos en nuestro campamento, Eric un chico costeño de piel bien morena y con un acento muy divertido, mientras pasea a los perros de su patrona, curiosea nuestra casa y se acerca a preguntarnos, acaba contándonos sus andanzas para buscarse la vida en Bogotá y su intento fallido debido al frío que pasaba, - “ Un caribeño en Bogotá dura poco “ nos dice. Nos pone al corriente de la clasificación por estratos que hay en esta ciudad, del 1 el más bajo al 6 donde vive la clase pudiente, orgulloso nos dice que el viene del estrato 2… esto nos deja un tanto boquiabiertos, antes de irse, nos da consejos de cómo vivir un mes con 30 Eur, aunque parece que a nosotros no termina de funcionarnos.
Después de unos días explorando Cartagena, emprendemos ruta de nuevo hacia el norte para el explorar la costa caribeña colombiana.
Nuestra primera parada es el volcán el Totumo, este volcán de lodo de 2300 m de profundidad es uno de los tres únicos que hay en el mundo parece ser que tiene propiedades curativas.
Una experiencia muy muy sucia pero muy divertida, la densidad es tan elevada que uno flota dentro como si estuviera en una balsa de crema aunque es difícil guardar el equilibrio, además, hay masaje incluido, eso sí , es importante llevar dinero suelto en el coche porque después de la sesión, todos los locales que le prestan a uno servicio se agolpan junto al coche, los masajistas, el fotógrafo y las bañistas que ayudan a uno a desenlodarse en el lago que hay junto al cráter, todos quieren su buena propina.
Por el momento, las carreteras que encontramos están bastante bien, y eso se debe a que son de pago, la gasolina es mucho más barata que en los países de los que venimos, pero los continuos peajes afectan a nuestro presupuesto.
De ahí nos dirigimos a Minca, un pueblecito de montaña junto a la Sierra Nevada donde se respira el aire fresco y donde descubrimos a los primeros indígenas Colombianos, los Wayuu, una minoría indígena que habita esta zona, van vestidos con túnicas blancas y algunos con curiosos sombreros, curiosa mezcla la de este pueblo que se ha convertido en punto de parada de mochileros, donde encontramos militares en cada esquina, no sabemos muy bien porque, ya que parece un sitio bastante tranquilo así que hay un cocktel de Wayuus, Mochileros, militares con metralleta y mestizos colombianos rodeados de un paraje espectacular al que no le falta la dosis de vampiros, en este caso mosquitos diurnos que se atiran a la sangre fresca.
La mitad de los locales, son motoristas que le hacen a uno el servicio de llevarlo a visitar los alrededores, así que por unos pocos dólares arreglamos transporte de ida con un par de chicos para ir al pozo azul, un bonito lugar en la montaña para darse un baño. Aunque el tiempo está un poco frío, no perdonamos el chapuzón, después decidimos ir rio arriba para explorar la zona, el camino es algo resbaladizo y estrecho, así hay que andar con ojo para no caer de cabeza. Buscando un sitio para hacer pic-nic, comienzan a caernos unas gotas de agua que en cuestión de minutos se convierten en una lluvia torrencial, no sabemos dónde resguardarnos y mientras buscamos cobijo ya estamos totalmente empapados, finalmente un enorme tronco curvado nos sirve de refugio pero el tiempo pasa y no amaina…. Nos estamos congelando y lo peor no es eso, lo peor es que el rio está creciendo y el camino por el que vinimos no va a estar accesible. Después de dos horas, se calma la tormenta y decidimos tomar el otro lado del rio para volver, que parece estar más accesible… y si, sólo parece porque nos las vemos para llegar, finalmente conseguimos salir con barro hasta las orejas y unos pocos rasguños….pero cuando llegamos nuestra casa está inundada, los daños sufridos en el aparato de aire acondicionado, han dejado hueco suficiente para que entre el agua.
A la vuelta de la excursión, escuchamos la noticia de las inundaciones en Mocoa… triste noticia, pero aquí las lluvias no tienen compasión, y la furia del rio arrasa sin piedad.
Al día siguiente nos levantamos con cientos de puntos rojos en las piernas, y unos picores de rabiar, preguntamos y nos dicen que son picaduras de gegenes…. No ¡!!! Ya había sufrido en Méjico la picadura de estos minúsculos vampiros y es lo peor, aunque en esta ocasión ni Jose se ha librado.
Aunque todas estas picaduras nos bajan un poco el ánimo, no podemos irnos del Caribe sin explorar uno de sus parques más bellos, el Tayrona, con las playas más hermosas que jamás hemos visto, arena blanca bañada por aguas turquesas y gigantes moles de granito que parece que parecen brotar del mar, cientos de palmeras que adornan este paisaje y de fondo, la Sierra Nevada de Santa Marta, pero llegar a estas playas paradisiacas, tiene un precio, una caminata a través de la selva donde la humedad, el sol y los mosquitos hacen la travesía dura pero sin duda merece la pena.
Ya a punto de dejar tierras caribeñas, nos encontramos a unos chicos italianos con los que habíamos compartido la experiencia en el volcán de lodo y nos hablan de una reserva de flamencos que está un tanto apartada y la verdad que ya nos estamos poniendo un poco selectivos y dudamos por el consumo de gasolina, pero allá vamos.
Conforme dejamos Tayrona, las temperaturas van subiendo, después de un par de horas, un cartel indica que hemos llegamos a la supuesta reserva estamos a 40 grados, el pueblito parece difuminarse de entre los ardientes rayos de sol, entonces se nos acerca Carlos, un barquero que nos ofrece la excursión por un precio muy razonable después de negociar un poco con él, además nos lleva a poner gasolina de contrabando traída de Venezuela, porque estamos prácticamente al lado de la frontera y ese parece el negocio del pueblo junto a las escasas visitas para ver los flamencos. Mientras Jose organiza el llenado, yo coordino la visita a nuestra casa rodante de los no sé cuántos niños que se agolpan para verla.
Cuando baja un poco el sol, tomamos rumbo hacia la ciénaga…. El paraje es solitario, unas cuantas barcas en la orilla esperando turistas que nunca llegan y nosotros que esperamos mientras Carlos monta la vela para tomar rumbo, a lo lejos se divisa un horizonte rosado que conforme vamos acercándonos se convierte en la silueta de estas maravillosas aves que cuando alzan su vuelo convierten el momento en un auténtico espectáculo, sin duda para no olvidar.
Dejamos este majestuoso paraje y nos dirigimos hacia el interior dejando atrás las aguas turquesas, está cayendo la tarde, a nuestro paso, las miradas de los niños Wayuu que están al borde de la carretera con sus rostros dorados por los últimos rayos del sol y con la silueta de los picos de la Sierra Nevada de fondo, nos hacen pensar si es realidad o estamos sumidos en sueño del que no queremos despertar.
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