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DIECISIETE DIAS SIN NUESTRA CASA EN MEDELLÍN Y LA HOSPITALIDAD COLOMBIANA.

  • alaskatierrafuego
  • 22 mar 2017
  • 4 Min. de lectura

En Colombia, hemos tenido un recibimiento espectacular, no sólo por la cálida acogida de la encantadora familia que nos acoge en su casa, sino por el plato de chorizos, morcillas y panceta que aquí le llaman picadillo que nos han puesto para cenar, para dos tobarreños, esto es un manjar que hacía mucho tiempo que no degustábamos, diez mesesssss.

Dora, una amiga colombiana de mi tía y que ahora reside en Murcia, desde que supo que pasaríamos por Colombia, nos ofreció la casa su familia. En principio nuestra intención era pasar a visitarles, pero luego con el embarque de la casa, los planes cambiaron completamente.

Si todo va bien, nuestra casa llegará a Colombia dentro de 15 días con lo cual Medellín, parece ideal para pasar esos días, Milena, Andrés, Dani y Aleja incluyendo a Peter Alfonso un perro que hace muy buenas migas con nosotros nos reciben con los brazos abiertos. Casualmente viven en Envigado, para los que no lo sepan el barrio del que fue el narcotraficante más violento de Colombia.

Aprovechamos para visitar la ciudad que un día fue una de las más peligrosas del mundo debido a la guerra que había cuando Pablo Escobar lideraba el cartel de Medellín, y que ahora por lo menos la impresión que da es bastante tranquila, si uno no se mete en el sitio equivocado, o eso nos han advertido.

Las laderas que rodean la ciudad están cubiertas de un manto de casas de ladrillos donde vive la clase más pobre y de enormes edificios que parece que brotan de la tierra y que casi rozan el cielo, cuando uno contempla este curioso paisaje, es difícil imaginar la pesadilla que aquí se vivió. Curiosamente, en los alrededores, hay sitios turísticos relacionados con esta época, como la Hacienda Nápoles que fue la finca donde vivió, la cárcel que Escobar se hizo construir y hasta hay gente que va a rendirle culto al cementerio, porque a pesar de todo, por un tiempo fue muy querido y con la mayoría de la gente que hablamos sale a relucir y hasta se pueden comprar souvenirs de este personaje.


Otro de los atractivos de esta ciudad, es el magnífico parque de las Gordas, como se le denominan a las voluptuosas esculturas de Botero original de Medellín.


Poco a poco, comenzamos a sentir esta pausa en el camino y a tener rutinas, aprovechamos para hacer cosas que no habíamos hecho hasta ahora, como ir a la peluquería, al dentista e incluso al cine, que aquí es muy barato, por cinco dólares, dos cortes de pelo hombre y mujer y el dentista cuesta más barato que el cine.

Y si hay algo que nos tiene encantados, es la comida Colombiana, Milena y Andrés nos ofrecen cada día delicias colombianas, arepas, una masa de maíz con huevo y queso, Patacón, plátano gigante frito, Bocadillo de guayaba, un dulce típico, picadillo de cerdo, y todo acompañado de jugos de tomate de árbol, papaya, mango y de agua panela, agua con caña de azúcar o chocolate y como no, ¡el tintico!, como le llaman aquí al café que está presente a todas horas… digamos que estamos recuperando los kilos perdidos.

Lo que no faltan son unas clases de lengua colombiana, uno tiene que aprender cómo se habla aquí para cuando salgamos a conocer y cierto es, que es todo un idioma a descubrir. También nos ponen al día en música, salsa, vallenato y toda la música colombiana que pega en el momento o que pegó hace 15 años, porque otra cosa que nos percatamos aquí es que igual que en España las tendencias musicales se pasan, aquí permanecen, y posiblemente por eso aquí siguen triunfando “ Los ángeles del infierno “, Mecano, Jose Luis Perales……”

Aprovechando que hay puente, vamos a visitar con toda la familia las tierras “paisas”, como se le llama aquí a la región de Antioquia y a sus habitantes.

Nuestra primera parada, el peñón de Guatapé un monolito de granito de 200m de alto que ofrece unas vistas increíbles del embalse después de osar a subir sus 659 escaleras. Pero para recuperarnos, una buena bandeja paisa, que consiste en un trozo de tocino, un chorizo, habichuelas, un huevo frito, arroz y aguacate. Y ya recuperados, visitamos el bonito pueblo que lleva su nombre donde destacan los magníficos zócalos de las casas adornados con todo tipo de motivos.


La siguiente visita es la zona cafetera, donde el café es el estilo de vida de estos pueblitos rodeados de magníficas colinas verdes cubiertas de plantaciones.

Los padres de Dora y parte de sus hermanos viven en estas tierras cafeteras en Santa Rosa, y desde el primer momento nos abren las puertas de sus casas, y nos ofrecen todo, increíble la hospitalidad que estamos recibiendo.

Durante la visita a Salento, uno de estos pueblecitos cafeteros, conocemos a la familia de Roger, un compañero de Carlos que es original de esta zona, así que hacemos grupo y pasamos el día compartiendo experiencias con ellos.

Tanto una de las Tías de Roger como Dora y una de sus hermanas, viven en España, donde han podido encontrar trabajos y hacer su vida pero con ellos vivimos lo duro que es el tener familiares en el extranjero y no poderlos visitar.

Acabamos el día en casa de esta familia, que organiza cena para todos, y somos unos cuantos, así que pasamos una velada de risas, historias y comida … “La hospitalidad colombiana “


Esta mañana me he levantado y al salir de la habitación, me encuentro la sala llena de globos y un cartel de FELIZ CUMPLEAÑOS ¡!! Que detallazo, seguido, música cumpleañera colombiana….

En casa de Doña Herlinda, comida para todos y después tarta incluida, por la tarde para rematar el día, un encuentro muy divertido Don Gustavo y sus vacas, que nos ha regalado unos vasos de leche recién ordeñada y unas bananas asadas riquísimas, muy auténtico, sin duda un cumpleaños para no olvidar. ¡Gracias a todos por un cumpleaños tan especial!



Ha llegado el día de despedirnos de esta encantadora familia, nuestro avión sale por la noche, así que Jairo otro de los cuñados de Dora, se ofrece a llevarnos al aeropuerto y a darnos un paseo por los alrededores, pasamos un día muy entretenido con este hombre que además de deleitarnos con sus vivencias de cuando estudiaba en Rusia durante la Guerra Fría, nos muestra unos paisajes cafeteros preciosos y nos cuenta la realidad de muchas de esas familias para las que el negocio de la cocaína era y es su medio de vida.

Muchas realidades, muchas emociones y sobre todo mucha comidaaaa ¡ Estamos más que encantados con la hospitalidad colombiana, sin duda Colombia Mola ¡!!



 
 
 

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