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DE LA FRONTERA DE PANAMÁ CON 45ºC A LAS MONTAÑAS DE BOQUETE.

  • alaskatierrafuego
  • 1 mar 2017
  • 5 Min. de lectura

Dejamos Costa Rica atravesando caminos rodeados de plantaciones de bananas, fincas que producen toneladas y grandes beneficios que van para los EEUU gracias a la United Fruit.

Llegamos a la frontera de Panamá con un calor sofocante, el termómetro no para de subir ..38, 39, 40… 45 ºC es insoportable y aquí no hay oficinas con aire acondicionado, esta frontera caribeña, es bastante primitiva, aquí las oficinas son contendores y uno espera en la calle a que le hagan el papeleo.

El trámite de fumigación y el sello de nuestro pasaporte es relativamente rápido, pero para importar el coche empiezan las pegas, nos piden un seguro y la chica de la aseguradora que parece que está a punto de derretirse, nos dice que el generador de electricidad no funciona, que hablemos con los de Aduana para ver como lo podemos solucionar y los de Aduana que les sale humo de las orejas, nos dicen que sin el seguro no nos pueden permitir el ingreso en el país, además añaden que su sistema está bloqueado, con lo cual, no hay manera de entrar… lo único que oímos es - “ Hay que esperar”. Después de unas horas de calor sofocante y sudando como pollos les volvemos a preguntar. – Pero ¿Cuánto hay que esperar? ¿hay alguna solución?, entonces parece ser que si que hay una manera de arreglarlo, pero nos costaría 20$ ya que lo tendrían que hacer a través de otro sistema pero tienen que ir al pueblo y además nos cuentan una historia del seguro…. Llega un momento en que estamos perdidos…..no llegamos a entender lo que nos cuentan, creo que el calor nos está afectando al cerebro, así que les decimos que hagan lo que tengan que hacer que lo que queremos es largarnos. Nos lleva otras dos horas hasta que tenemos los papeles listos para poder entrar, cuando más tarde empezamos a recapacitar, en la historia que nos han contado…. está claro que nos la han metido, pero en estos países, hay momentos en los que uno tiene que dejarse llevar y rascarse el bolsillo.


Lo primero que hacemos al entrar al nuevo país es aprovisionarnos de gasolina, gas, agua y demás recursos que aquí resultan más baratos. En la gasolinera tenemos en primer contacto con un Panameño y tanto extraño que nos previene de lo que nos espera en este país : “ Si no andamos con cuidado, nos van a robar o asaltar, y lo peor no eso, lo peor es que nos secuestren “ a lo que le respondemos que nuestra familia no tiene dinero para pagar el rescate, y a lo que él responde “ No, si no piden rescate, les secuestran para vender sus órganos “ - ¡Pues esto es lo último que nos quedaba por oír ! La verdad que nos lo tomamos bien… porque con los recibimientos que tenemos en alguno de estos países, a uno le dan ganas de salir corriendo.


Sin duda, desde que entramos en la América latina, el pánico colectivo está presente, no ha habido un sitio donde no nos hayan hablado de crímenes, robos, y ya lo último Secuestros con tráfico de órganos ¡!!! Cada país culpa a su vecino de toda serie de atrocidades, y cada uno a la zona vecina, o al barrio de al lado. Nosotros en principio, tranquilos, la experiencia nos ha hecho ver que esto no es como lo pintan pero sin bajar la guardia.

Con los calores que hemos pasado y la sobredosis de playa en Costa Rica, nos inclinamos por ir a Tierras altas de montaña, así que tomamos rumbo a Boquete donde se encuentra el emblemático volcán Baru, lugar perfecto para explorar la naturaleza Panameña. La ruta de montaña es espectacular con selva tropical y vistas a las aguas color turquesa del Caribe.

Un policía en el camino nos habla de un paraje que merece la pena una parada antes de llegar a Boquete es el cañón los Cangliones de Gualaca, donde hacemos una parada y decidimos pasar la noche, el sitio es muy bonito y tranquilo, y además no hay mosquitos, así que montamos nuestro campamento con la intención de disfrutar de este paraje por la mañana. Después de un largo día, caemos rendidos pero sobresaltados una música a todo tren nos despierta, son las tres de la mañana y parece ser que un grupo de fiesteros se han venido al río a montarse la fiesta, no sé si estamos soñando o han puesto el bafle junto a nuestra casa. Dos horas durará la pesadilla reggaetón y para rematar, a las 7 de la mañana un vigilante nos despierta con unos golpetazos en la puerta con la intención de que le que le paguemos 5 $ por haber pasado la noche y el parqueo del día, cuando salimos fuera, el parking ya está lleno de coches y el lugar parece un enjambre de panameños, así que después de la nochecita, y el mosqueo que tenemos, le decimos al guardia que nos vamos y que no le pagamos porque nadie nos dijo que había que pagar, lo cual no se lo toma demasiado mal.


Boquete es una bonita población rodeada de cafetales y montaña y con el volcán Baru presidiendo el paisaje, lo que nos llama la atención también es ver indígenas en Panamá. Como que uno cuando piensa en Panamá se imagina un país bastante desarrollado ya que la imagen que tenemos es la de la ciudad y la del canal, pero todo lo contrario, las zonas por las que estamos pasando son bastante pobres y subdesarrolladas.

Los Ngäbe-Buglé son una comunidad que habitan estas tierras, generalmente viven en casas de palos con techo de hierba o de zinc y piso de tierra, las casas de las familias más ricas pueden tener piso de cemento. Se dedican a la agricultura de las tierras y a vender artesanía. Conservan su propio idioma y costumbres y las mujeres todavía sus coloridos y llamativos vestidos.

Hemos encontrado un descampado cerca del río donde instalarnos durante los días que vamos a pasar en Boquete, al caer la tarde unos niños Ngäbe-Buglé, se acercan con sus perros para conocernos, no hablan mucho, pero no paran de reírse, así que ya hablamos nosotros hasta que empiezan a perder la vergüenza y acaban contándonos la historias de una bruja que habita estas tierras y que se aparece por la noche…. Pues esperemos que no sea esta noche, porque con la discoteca de la noche anterior tuvimos bastante.

Desde nuestro campamento base, recorremos los alrededores, y sobre todo tenemos una misión: “ Avistar al Quetzal”, que habita en estas tierras para ellos nos dirigimos a la reserva y vamos rastreando lo que se llama la ruta de los Quetzales, 7 km de selva tropical con una vegetación que bien merece la pena una visita, y ¡siiii ¡, tenemos la suerte de ver a este maravilloso pájaro alzando su vuelo delante de nuestros ojos, una auténtica maravilla.


Por las tardes, cuando regresamos al campamento, nuestros amigos Herry Alexander y Areli nos esperan para deleitarnos con sus historias y pasear juntos por el río.









 
 
 

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